El 15 de agosto de 1971, el presidente estadounidense Richard Nixon pronunció la siguiente frase: “He ordenado al Secretario del Tesoro defender el dólar contra los especuladores”. Con ella puso fin a la hegemonía de casi tres décadas del Patrón Oro en el sistema monetario.
El Patrón oro implicaba que, por ley, cada dólar estaba respaldado por una cantidad constante de oro. De hecho, cualquiera que tuviera dólares podía cambiarlos en la Reserva Federal por su equivalente en oro. En el momento de tomar esta decisión, se cambiaba una onza (28,35 gramos) por 35 dólares.
Este sistema favorecía la estabilidad monetaria y protegía el poder adquisitivo del dinero, ya que los bancos centrales no podían emitir dinero que no estuviera respaldado por oro; por el contrario, convertía a la moneda estadounidense en presa fácil para los especuladores, ya que podían aprovecharse de las restricciones a su emisión.
Desde hace medio siglo, el dólar únicamente está respaldado por el Estado y por tanto su credibilidad se basa en la confianza de los ciudadanos hacia su administración. La Reserva Federal puede emitir tanto dinero como crea conveniente y eso facilita la gestión de las crisis económicas pero también ha provocado una fuerte depreciación del dólar y sucesivas burbujas financieras.