Es habitual utilizar como sinónimos los conceptos de riesgo y volatilidad. En muchos casos se trata de una equiparación precisa, pero en otros puede inducir a confusión.
Cuando se dice que la inversión en Bolsa es arriesgada lo que se quiere decir en la mayoría de los casos es que presenta una alta volatilidad comparada con otras inversiones como la renta fija o las propiedades inmobiliarias.
Hay quien interpreta que esto implica la posibilidad de perder toda o buena parte de nuestra inversión en el largo plazo, pero esto no tiene por qué ser así.
¿POR QUÉ?
En Bolsa se puede invertir de diferentes maneras: adquiriendo una acción, varias o comprando participaciones en un fondo de inversión. Si bien es cierto que invertir en la acción de moda o en cualquier grupo de acciones reducido nos puede llevar a una pérdida sustancial o total de patrimonio en el caso de que quiebren, no es así en el caso de los fondos de inversión.
Un fondo de inversión diversificado que invierta en acciones de mercados amplios y correctamente regulados (Estados Unidos, Europa, Asia) bajo criterios profesionales o sencillamente indexado a un índice como el MSCI o el S&P500 podrá ser muy volátil en el corto plazo, pero en períodos de 20 o 30 años es prácticamente improbable que genere rendimientos negativos.
En la gráfica del índice MSCI World desde 1969 a 2017, que recoge la evolución de la Bolsa mundial en este período, podemos apreciar que se producen fuertes variaciones en el corto plazo pero que en el largo plazo no existen períodos de rendimientos negativos: la tendencia siempre es creciente desde el comienzo de los mercados financieros. Salvo catástrofe, no parece que esa tendencia vaya a invertirse en los próximos cincuenta años.
EN CONCLUSIÓN
Invertir en Bolsa a través de fondos de calidad implica alta volatilidad en el corto plazo, pero el riesgo de no ganar dinero en el largo plazo es prácticamente nulo.