Las consecuencias de una guerra son un tema recurrente en las informaciones actuales. Pero además del drama de las pérdidas humanas, y la crisis humanitaria asociada a la multitud de personas asistidas y desplazadas, los países en guerra tienen mucho más que perder. Abordamos el caso desde la perspectiva financiera, y hablamos sobre las pérdidas económicas que conlleva para los países implicados, y los agentes conectados.
La erupción de un conflicto armado trae consigo profundas y devastadoras secuelas sociales y políticas que se extienden mucho más allá de los campos de batalla. Las consecuencias de una guerra y sus efectos inmediatos se ven en el desgarrador coste humano y la crisis humanitaria resultante. Las comunidades se ven fragmentadas, las familias separadas, y el tejido social se desintegra bajo el peso de la violencia y la incertidumbre.
Algunos casos recientes donde las consecuencias de una guerra son evidentes es por ejemplo, en el conflicto en Ucrania, iniciado en 2014 y escalado significativamente con la invasión rusa de 2022. El resultado, miles de muertes, desplazamiento masivo de personas y una grave crisis humanitaria. Además, ha provocado tensiones geopolíticas significativas, sanciones internacionales contra Rusia y ha afectado a la economía global, especialmente en los sectores de la energía y los alimentos.
Las relaciones internacionales se ven especialmente afectadas en la explosión de conflictos armados.
Otro ejemplo reciente de las consecuencias de una guerra la podemos ver en el conflicto entre Israel y Gaza, o en Etiopía, en la región de Tigray, donde existe una grave crisis humanitaria, con masacres y desplazamientos masivos, además de tensiones religiosa, étnicas y políticas que amenazan con desestabilizar aún más estos países.
Además de a nivel social y político, las consecuencias de una guerra también infligen daños profundos y duraderos en el tejido socioeconómico de las naciones afectadas. Unos daños que desencadenan un efecto dominó que afecta el desarrollo y la recuperación económica a largo plazo.
La destrucción de infraestructuras críticas, tales como carreteras, puentes, redes de suministro de agua y electricidad, y edificios públicos, paraliza las funciones esenciales del estado y obstaculiza los esfuerzos de recuperación y desarrollo post-conflicto. Mientras que la destrucción de escuelas y hospitales compromete el futuro educativo y la salud de la población, respectivamente, perpetuando ciclos de pobreza y vulnerabilidad.
El proceso de reconstrucción termina siendo tan largo y costoso como las pérdidas provocadas por los conflictos armados.
La recuperación financiera post-conflicto es un proceso largo y complejo. Estudios indican que, en promedio, puede ser necesaria más de una década para que una economía se recupere a los niveles previos a sufrir las consecuencias de una guerra.
Podemos poner como ejemplo la recuperación económica de Japón después de la Segunda Guerra Mundial. Tras su rendición en 1945, Japón enfrentó una devastación generalizada, con la economía al borde del colapso.
Durante la fase de ocupación y reforma (1945-1952), se implementaron una serie de reformas políticas, económicas y sociales fundamentales. Se redactó una nueva constitución, se realizaron reformas agrarias para redistribuir la tierra, se promovió la educación y se desmantelaron los zaibatsu (grandes conglomerados industriales) para fomentar la competencia.
La recuperación económica de Japón se aceleró con la Guerra de Corea (1950-1953), durante la cual Japón sirvió como base logística para las fuerzas de las Naciones Unidas, estimulando su industria y proporcionando un impulso significativo a su economía.
Para la década de 1960, Japón había reconstruido con éxito su infraestructura, revitalizado su economía y mejorado significativamente el nivel de vida de su población. Y hacia finales del siglo XX, se había convertido en la segunda economía más grande del mundo, demostrando una notable capacidad de resiliencia y recuperación a las consecuencias de una guerra.
Los conflictos armados ocurren cada vez con mayor frecuencia, lo que puede atribuirse a múltiples factores, como disputas territoriales y nacionalistas, desigualdades económicas y sociales o diferencias ideológicas políticas y religiosas, e incluso la injerencia de potencias extranjeras puede fomentar la inestabilidad y prolongar los conflictos existentes.
Es difícil predecir con certeza qué países podrían verse involucrados en futuros conflictos, pero las áreas de tensión actual sugieren varios puntos críticos potenciales en el Medio Oriente, África Subsahariana, Asia Meridional y Central o Europa Oriental, donde la inestabilidad continúa en Ucrania. Las tensiones entre Rusia y países de la OTAN también podrían ser focos de conflicto y, deseamos que no, tener que enfrentar en cualquier momento las consecuencias de una guerra.
Explosión de un conflicto armado |
|
Las pérdidas en datos |
|
Problemas en el largo plazo |
|
Si tienes interés en profundizar acerca de alguna de estas cuestiones para mejorar tu desempeño en tu carrera universitaria en IE University, ICADE, CUNEF, Columbia o cualquier otra, o para formar parte de uno de nuestros cursos para empresas Executive, puedes mandarnos un mensaje.